El pie de atleta es contagioso y se puede transmitir por contacto directo, por los zapatos y calcetines, así como en piscinas o duchas. Al ser común la infección entre los deportistas que utilizan estas instalaciones, el término pie de atleta se ha popularizado.
El riesgo puede aumentar al llevar zapatos cerrados, si se mantienen los pies húmedos por un largo período de tiempo y cuando hay una lesión en las uñas o en la piel.
Existen cremas o polvos anti fúngicos para el tratamiento del pie de atleta, que se pueden adquirir en la farmacia.